El speech de mi yo universitaria

Los que me conocen saben bien que no creo en la casualidad. Hoy buscando un no sé qué, encontré estás palabras escritas por mí, para el speech de mi graduación hace ya más de dos años.

Hoy las leo nuevamente  y las entiendo de manera diferente, como si mi yo universitaria supiera que algún día necesitaría tanto estas palabras como el día de hoy.  Y aquí están para ustedes también, para ti, de mi yo pasado, que espera que te lleguen al corazón tanto como a mi…

 

“¿Quién diría que sería tan difícil despedirse de personas que hace 4 años y medio eran desconocidos sentados en la clase de idiomas de primer semestre? Me es irónico pensar cuantas veces en la vida hemos volteado a ver el reloj en un salón de clases, rogando para que fuera un poco más rápido y empezaran las vacaciones, por ejemplo, este último par de meses solo miraba al reloj, entre tanto estrés, y desveladas y deseaba que se acabara “la tortura de la tesis”, y al momento de escribir este discurso, a una semana y media de concluir, solo deseo detener el tiempo y vivir todo de nuevo. Sin embargo, si existe una certeza en el universo es que el cambio es inevitable, esta despedida es inevitable y el tiempo no se detiene por nadie.

Durante este viaje aprendimos que a esta vida llegamos solos pero siempre habrá personas que caminen junto con nosotros, que de alguna u otra manera aportan a lo que somos y nos ayudan a ser lo que queremos llegar a ser, a todos ustedes gracias, Gracias por acompañarnos en este camino, gracias al CEDIM, y a nuestros directores de carrera, Miguel Fuentes y David Durán y a todos nuestros maestros y asesores, por siempre enseñarnos a ir más allá de nuestros límites, salir de nuestra zona de confort e inculcarnos la importancia del trabajo en equipo.

Es cierto que es decisión de cada uno de nosotros el tomar acción para cumplir nuestras metas, pero el entorno y la gente que nos rodea son el apoyo y el motor que nos impulsan en los momentos que dejamos de creer en nosotros mismos, en esos momentos de desveladas, de frustración y muchas veces de tristeza en las que sin el apoyo de esas personas que nos rodean nos habríamos rendido. Gracias también a todas las personas a nuestro alrededor, principalmente a nuestros padres, así como familiares y amigos que estuvieron ahí incondicionalmente.

Cuando nos preguntan: ¿Qué sientes de haber terminado la carrera?, rápidamente muchos contestan: felicidad, emoción, libertad, (claramente sin pensar que nos espera una vida sin vacaciones) Pero dentro de esas respuestas, que muchos no nos atrevemos a decir, también entraría la confusión, el miedo, la incertidumbre y por supuesto la tristeza. Hoy les quiero decir que no tenemos por qué tener miedo de todas estas emociones, pues, aunque que muchas veces las etiquetamos como negativas, son gracias a ellas que se aprenden las más grandes lecciones.

No tengamos miedo a estar confundidos, porque es ahí cuando abrimos nuestra mente para aprender cosas nuevas, no tengamos miedo a estar frustrados, porque es ahí cuando tomamos las decisiones más auténticas, no tengamos miedo a estar tristes porque si somos lo suficientemente valientes podremos escuchar la sabiduría de nuestro corazón.

Recordemos que solo se puede recibir aquello que estamos dispuestos a soltar. A veces da miedo que las cosas no salgan tal como lo imaginamos en nuestra mente; planes, personas, sueños. Nos aferramos tanto a esa idea que teníamos, que cuando no sucede como lo pensábamos, es muy fácil que nos desorientemos. Entre más soltemos y seamos flexibles mental y emocionalmente con los cambios que llegan a nuestra vida, será más fácil aprovechar todas las oportunidades que nos depara el destino, de esta manera, aunque las cosas no sucedan tal cual las imaginamos, les aseguro que teniendo nuestras metas bien definidas, siempre pasará lo que es mejor para nosotros en ese momento, y cuando menos nos demos cuenta, veremos que hemos logrado llegar a donde debemos estar.

No importa a dónde nos lleve la vida, llevemos con nosotros este aprendizaje y estas memorias, porque en ellas se encuentra el tesoro más valioso; nuestra identidad. Soñemos con nuestras profesiones, y si no saben que quieren hacer aún, solo sueñen con algo que quieran hacer el resto de sus vidas; con nuevos viajes, proyectos y aventuras, porque lo que el mundo necesita, son esos valientes que se atreven a soñar, los que deciden romper los límites que solo existen en la mente, así que en vez de lamentarnos porque esta etapa termino, celebremos nuestro logro, miremos hacia el futuro, hacia nuestro infinito de posibilidades y demostremos que todo lo que imaginamos es posible”.

 

 

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