Hace unas semanas, unos de mis guías espirituales, amigo y nutriólogo cuántico, Ramsés Rodriguez, compartió un vídeo en el que explicaba una teoría de la antropóloga y poetisa Margaret Mead, la cual decía que el primer signo de una civilización es un fémur fracturado y sanado. ¿Por qué?. En la vida salvaje, un fémur nunca sana porque solo puede hacerlo si alguien se preocupa por cuidar al herido.
Me parece un poco irónico que estando en una época en la que todos estamos aislados, sea también una época en la que más necesitamos el dar y recibir el apoyo de otros, y es que tal vez estemos pasando por un momento grande en la humanidad en donde la tierra nos pide balancear nuestra energías internas, masculino y femenino, el dar y el recibir.
Tal vez la humanidad no ha avanzado de la manera más adecuada porque en el fondo, nuestro ego quiere ser más grande. Siempre queremos ser mejor que el otro, nos hace sentir más grandes, importantes. Estamos atravesando una situación que nos exige trabajar como comunidad, como lo que está en nuestra naturaleza desde un principio, y que hemos olvidado con el paso de los años.
Es momento de dejar el ego a un lado y compartirnos con honestidad y coherencia con los que nos rodean. Arráncale el deseo al ego de recibir solo para sí mismo, y en su lugar, actúa como un ser que comparte con los demás. Verás como en este dar, el recibir fluye muchísimo más fácil, y entrarás en un balance interno de tu energía.
La verdadera clave del crecimiento espiritual y de la humanidad esta en desprendernos de nuestro ego. Atrevernos a ser similar al otro y a colaborar en las diferencias. A dejar el “yo” por el “nosotros”.